Recuerdo que un día caminaba alegremente acompañado del sabor de un chupa chup de fresa y encontré uno de estos pegotes con cierto relieve, era negro, pegajoso y desagradable. Con el palito del chupa lo escarbé con cuidado y pude ver un pequeño objeto que emergía de su interior. Escarbé un poco más y pude comprobar que se trataba de un diente de grandes proporciones, lo observé con cuidado y pude deducir que se trataba de una muela de gorila, un gorila de grandes proporciones; ¡fue sorprendente!
Pensé que se trataba de una muela de King Kong; por fin se habia escapado de la isla Calabera. Al final de las conjeturas pensé..., se habrá decidido por la acción, acosado por la soledad se habrá comido a la bella de una dentellada. Quiero pensar que la bella, siempre tan peripuesta y distraída, debía estar masticando chicle como el que deshoja margaritas y -¡ñam!-, la devoró íntegramente sin inmutarse.
Digo yo que debió pasar así; la verdad es que de la bella nunca más se ha sabido nada.
Del sorprendente hallazgo no me he repuesto y deduzco que hay que tener mucho cuidado con lo que se lleva uno a la boca, máxime si se encuentra en la calle en forma luto negro...